lunes, 4 de octubre de 2010

CAPÍTULO VII: PARPADEO Y RESPIRACIÓN

Es difícil acertar si la relajación lograda mediante las técnicas referidas en éste y el siguiente  capitulo, es principalmente pasiva o principalmente dinámica. Afortunadamente la respuesta a esta duda, carece de importancia práctica. Lo más significativo es que están destinadas a impedir el esfuerzo y la tensión; que todas pueden practicarse como ejercicios de relajación en periodos específicamente destinados a ese fin; y que todas pueden ser incorporadas a nuestra diaria actividad de la visión para producir y mantener el estado de relajación dinámica que se liga con el normal funcionamiento. Comenzaré haciendo un breve examen de parpadeo, considerando su importancia en el "Arte de Ver".


Hábitos normales y anormales en el parpadeo

El parpadeo tiene, principalmente, dos funciones: lubricar y limpiar los ojos mediante las lágrimas, haciéndolos reposar periódicamente e impidiendo la entrada de luz. La sequedad de los ojos los predispone a la inflamación y es causa de la visión confusa.-De ahí la obligatoriedad de lubricación frecuente, es decir, de constante parpadeo. El polvo (al igual que una ventana) se pega hasta en las superficies más pulidas, volviendo opaco el material más transparente. Los párpados, al cerrarse, lavan las superficies expuestas de los ojos con lágrimas impidiendo que se sequen. Por otro lado, si el parpadeo es permanente, como debe ser, la luz no entrará a los ojos durante un período que puede calcularse en un cinco por ciento o más de las horas de vigilia. Los ojos que logran la relajación dinámica, parpadean con más constancia y facilidad. Pero cuando provocamos un esfuerzo, el parpadeo tiende a volverse más infrecuente y los párpados se cierran espasmódicamente. Esto se debe al mismo defecto en la dirección de la atención que produce la inmovilización del aparato sensorial.
La paralización del movimiento, natural y normal en otras partes del cuerpo, se produce no sólo en los ojos, sino también en los parpados. Una persona que fija mucho la mirada, sólo cierra los párpados muy de vez en cuando. Esto es un hecho tan común, que cuando los novelistas la traen a colación, suelen usar la frase "miraba sin pestañear".
El movimiento, como desde hace tiempo señalan los psicólogos, es uno de los requisitos imprescindibles de la visión y de la percepción. Pero cuando los parpados se vuelven tensos y relativamente inmóviles, los ojos siguen su ejemplo. En definitiva, quien quiera aprender el arte de la visión deberá convertir en hábito el parpadear con frecuencia y sin esfuerzo. Cuando la movilidad se ha restablecido en los párpados, el restablecimiento de la movilidad para el aparato de la sensación será relativamente sencillo. Los ojos gozarán también de mejor lubricación, mayor descanso y mejor circulación, lo que siempre se relaciona con los movimientos musculares no
forzados.
Los que parpadean poco y espasmódicamente —como sucede en la mayoría de los sujetos de visión defectuosa, deben adquirir conscientemente el hábito del parpadeo frecuente y sin esfuerzo. Esto puede lograrse mediante ejercicios de parpadeo. Media docena de parpadeos rápidos, como el aleteo de una mariposa seguida de algunos segundos de oclusión relajada de los párpados. Después, otra vez parpadeos y nueva oclusión. Así sucesivamente durante un minuto. Si se repiten constantemente (es decir cada hora aproximadamente), estos ejercicios comenzarán a formar el hábito de parpadear con frecuencia durante el día. Un individuo que parpadea conscientemente, será consciente de sus tendencias a movilizar los ojos y los párpados, evitando la incipiente fijeza de la mirada mediante frecuentes y sencillas oclusiones de los párpados. El parpadeo frecuente es fundamental para los que se dedican a un trabajo difícil, detallado y que exige gran atención. Cuando se realizan tareas de este
tipo, es muy fácil fijar la vista y los párpados con la consiguiente fatiga, esfuerzo, sequedad en la córnea, inflamaciones y alteración de la visión. El frecuente parpadeo producirá un alivio tan grande que, ciertamente, no está en proporción con la simplicidad de los medios requeridos.
Además del parpadeo podemos exprimir periódicamente los ojos, cerrándolos con fuerza, reforzando la acción de los párpados con la de los otros músculos de la cara. Así se debe hacer cuando queramos frotarnos los ojos, un método bárbaro y brutal que se realiza con los nudillos y que podemos hacer con mucha mayor seguridad y de un modo más eficaz con los párpados. En algunas circunstancias, aunque no haya ardor ni otra molestia en los ojos, podemos practicar esta técnica para aumentar la circulación local y para estimular la presencia de las lágrimas.
El masaje en los ojos no es recomendable, pero una suave fricción en las sienes dará muchas veces un
efecto tranquilizante y consolador. El cansancio ocular puede aliviarse frotando y masajeando los músculos de la parte superior de la nuca (en algunos casos de visión incorrecta, el tratamiento adecuado suministrado por un osteópata. producirá óptimos resultados). Las personas sometidas a constantes esfuerzos oculares, pueden hacer uso ventajoso .de este tipo rudimentario de masaje, dos o tres veces por día, seguido luego por un período de palmeado.
Hábitos normales y anormales en la respiración. Como mencionamos en la primera parte de este libro, la psicología experimental ha señalado las relaciones que hay entre la atención, la amplitud y el número de respiraciones. Se ha observado que cuando miramos algo atentamente, solemos suspender la respiración durante algunos segundos, y cuando volvemos a respirar, los movimientos respiratorios son menos profundos que de costumbre. El motivo es que cuando buscamos concentrar
nuestra atención, los sonidos y la sensación de movimiento muscular relacionados con la respiración, nos distraen.
Acabamos con estas distracciones respirando menos profundamente o impidiendo la respiración durante un tiempo relativamente prolongado. En su esfuerzo por ver, las personas con visión defectuosa llevan hasta límites anormales esta influencia normal de la respiración. Son muchos los que al poner atención a alguna cosa que desean particularmente ver, actúan como si estuvieran buscando perlas, y se mantienen por largos espacios sin respirar. Pero la visión está condicionada en gran parte por la buena circulación, y la circulación sólo es buena si la cantidad de sangre es
suficiente (cosa que no pasa cuando la mente está en tensión y los ojos se hallan en un estado de tensión muscular nerviosa), además de buena calidad (lo que no ocurre cuando las respiraciones están limitadas, ya que no permite que la sangre reciba el oxigeno suficiente).
La cantidad de sangre en, y alrededor de los ojos, puede ser aumentada por la relajación pasiva y dinámica. La calidad será mejorada aprendiendo conscientemente a respirar, incluso cuando prestamos atención. Hay técnicas de relajación que ya han sido expuestas, y más adelante tendremos oportunidad de nombrar algunas otras. Aquí sólo nos dedicaremos a la respiración.
Si se desea corregir hábitos anormales al respirar, hay que comenzar por darse cuenta de que son anormales. Es necesario tener claro el hecho de que en los individuos con visión defectuosa, existe una correlación entre la atención y una actuación completamente innecesaria y sin duda peligrosa sobre la respiración. Cuando no se tiene en cuenta esto, cuando ese pensamiento se quita de la consciencia, frecuentemente ocurre que al dirigir nuestra vista hacia alguna cosa, actuemos como si fuéramos pescadores de perlas que necesitan hacer varias zambullidas a lo profundo del mar. Pero no lo somos, y nuestro hábitat no es el agua, sino el aire que nos da el oxígeno. Por eso, al llenar los pulmones de aire, lo haremos sin esfuerzo, alternando las inspiraciones y las expiraciones en forma natural y no violentamente como si estuviésemos haciendo ejercicios de respiración profunda.
Mientras respiremos de esta manera, sigamos dirigiendo la atención hacia los objetos que queremos ver (en los últimos capítulos de este libro explicaremos la forma adecuada de dirigir la atención). Será posible, después de practicarlo, que la atención se concentre mientras la respiración funciona normalmente, inclusive más profundamente que en los momentos ordinarios. En poco tiempo llegaremos a respirar automática y habitualmente mientras enfocamos la atención.
Cuando mejora la calidad de la circulación, inmediatamente se reflejará en una visión mejor y, además, si se logra una buena relajación, se aumentará la cantidad y la visión será también mejorada.
Cuando la visión declina por la edad o por otros motivos, y cuando existen ciertos estados patológicos en los ojos, algunos médicos —en especial los de la escuela vienesa, emplean métodos mecánicos para aumentar la circulación local. La hiperamia pasajera de las zonas que rodean el ojo, se logra por medio de ventosas puestas en las sienes, por aplicación de sanguijuelas o colocando alrededor del cuello un collar elástico ajustado, para que la sangre, que ordinariamente fluye libremente a la cabeza a través de las arterias, circule lentamente por las venas a causa de la ligera opresión de éstas. Ninguno de estos procedimientos debe usarse, sólo cuando lo prescriba el médico. Como además suelen ser totalmente prescindibles, la relajación y la respiración normales provocarán una
mejoría en la circulación que, aunque se logre con más lentitud, es más segura y natural, pues se emplean métodos que están totalmente bajo el gobierno de la persona que los lleva a cabo. De cualquier manera, la mejoría del funcionamiento visual y del estado general de los ojos, será la misma sin importar los métodos que se empleen para aumentar la circulación. Los métodos mecánicos no son mejores a los métodos psicofísicos descritos aquí, regidos por el individuo. En efecto, por ser mecánicos son "perse" menos satisfactorios. Si se mencionan, es sólo para confirmar la aseveración de que la visión y la salud orgánica de los ojos dependen también de la correcta circulación.El alcance de esta dependencia se puede probar de un modo muy sencillo. Si al leer se practica una profunda respiración, seguida de la correspondiente expiración mientras expulsamos el aire, veremos que los caracteres aparecen más negros y más claros. Esta mejoría pasajera en la visión, es debida a una ligera hiperemia temporal cefálica que, a su vez, es debida a la opresión de las venas del cuello provocada por el acto de la expiración. En los ojos, y alrededor de ellos, la cantidad de sangre crece, con el resultado de que el aparato de la sensación actúa más eficazmente, y la mente logra un material más completo para realizar su percepción y su visión.

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